Quienes son los Pioneros de Schoenstatt?

¡Pionero de Schoenstatt, abre camino!

Los pioneros de Schoenstatt son jóvenes católicos de entre 13 y 18 años que buscan vivir esta etapa de sus vidas de una manera diferente. Su motivación principal es el amor que les tienen a Jesús y a María. Ese amor, buscan cultivarlo en sus grupos y en la rama, viviendo experiencias con otros jóvenes que les permitan desarrollar sus dones al máximo y entregarse por completo al servicio de Cristo. Y así van participando año a año de diferentes actividades: campamentos, retiros, misiones, apostolados, las mismas reuniones de grupo, etc., que los van transformando en personas libres y apostólicas.

Los pioneros no son diferentes a la sociedad, ellos son al igual que todos nosotros, parte de la sociedad: van al colegio, tienen que estudiar, hacer deportes, salir con sus amigos, y las mismas cosas que todos los demás jóvenes pero, tienen la especial convicción de que el mundo necesita de Dios y de su testimonio. Por eso, quieren cambiar las cosas, quieren abrir camino, para que el mundo sea un verdadero reino de Cristo.

martes, 27 de octubre de 2015

Huracán Patricia


 El Huracán Patricia ha bajado considerablemente su intensidad las cadenas de oración han funcionado ¡Dios se ha manifestado en bien de los suyos!

 El Huracán Patricia unos de los mas grandes de los que haya registro que en un principio azotaría México el pasado 24 de Octubre con vientos máximos sostenidos de 325 km/h y una presión mínima de 879 hPa, ha sido el mas grande registrado en el hemisferio occidental,milagrosamente este  intenso Huracán antes de tocar tierra pasó de estar en la Categoría 5 a Categoría 1 esto mientras el mundo entero pedía por México (que seria la zona mas afectada)...

Aquí se ve Claramente la Mano de Dios...

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jueves, 22 de octubre de 2015

Cuarto Hito de Schoenstatt 22 de octubre de 1965

El Padre Kentenich es rehabilitado por la iglesia

Irrupción de lo Divino en la Victoriosidad divina


Como les adelante en la Entrada sobre el Tercer Hito la Carta del 31 de mayo traería grandes consecuencias para lo que seria en adelante la historia de Schoenstatt la carta a pesar de ser un aporte no es bien recibida por lo que la Santa sede resuelve exiliar al Padre Kentenich de su obra por lo que debe alejarse de Schoenstatt (Santuario Original y Alemania) hasta nueva orden el 22 de Octubre de 1951 esto seria por 14 largos años que pasaría en gran parte en Milwakee EEUU extendiendo la obra de Schoenstatt y guardando una total fidelidad,obediencia y profundo amor a la Iglesia...







El 22 de Octubre de 1965

El día 22 de octubre de 1965, exactamente 14 años desde que el Padre llegara al destierro en Milwaukee, el Santo Padre firmó una resolución que decía: “Todos los Decretos contra el Padre Kentenich están anulados. Está libre". Esta comunicación significaba que el Padre podía tomar nuevamente la dirección del Movimiento.
            El 22 de diciembre de 1965 el Santo Padre Pablo VI le concedió una audiencia en la que lo felicitó por su Obra y le deseó para el futuro la bendición de Dios. Nuestro Padre le promete trabajar para la realización de las tareas postconciliares de la Iglesia.
 Festeja sus 80 años en Roma,  rodeado de representantes de la Familia, y el 24 de diciembre de 1965 llega de regreso a Schoenstatt, al Santuario original.  Se produce el milagro de Nochebuena.  El Padre K. está de nuevo junto con su Familia.
Dios le regala aún tres años de vida, en los que el Padre trabaja incansablemente al servicio de la Familia. Su actividad constante, teniendo más de 80 años de edad, sólo se explica por la fuerza de Dios que lo poseía...

(Extraído de http://www.schoenstatt.cl/cuarto-hito/juventudfemenina/2013-04-10/233240.html)


Tengan una Buena semana y para mas detalles pregúntenles a sus dirigentes ;)


                                                                                                                                                   





                                                                                                                                                            M.H

domingo, 18 de octubre de 2015

Primer Hito de Schoenstatt 18 de Octubre de 1914

En la luz divina




El 18 de Octubre del año 1914 (hace poco mas de 100 años) en el seminario de los Palotinos en Schoenstatt el Padre Jose Kentenich como director espiritual de los seminaristas decide forjar junto a ellos una Alianza de Amor con la Virgen María (Mater) en la cual ella se establecería en medio de ellos en el Santuario  el hogar de los Congregantes de la Congregación Mariana esto en palabras simples es el inicio de Schoenstatt la Mater les hablara a sus congregantes por el Padre con las siguientes palabras...



 
Ante todo, vuelvo a saludarles con el hermoso saludo que hacía tiempo no les dirigía: “Nos cum prole pia, benedicat Virgo María”, con Cristo su Hijo, bendíganos la Virgen María. Es la primera vez que esta divisa de congregantes resuena en este lugar.  ¡Qué se prolongue y siga resonando por todos los tiempos venideros


Tanto el padre como la madre y los hijos, se alegran al poder tomar posesión de un hogar propio, aunque éste sea poco vistoso y pobre en comparación con la magnífica casa de arriendo que acaban de dejar.  El pensamiento: “La casa es nuestra” excede a todas las demás ventajas. De esta pura alegría familiar podemos también gozar nosotros en el día de hoy. Esta Capillita pertenece a nuestra pequeña familia de congregantes, a cuya cabeza reina nuestra Madre Celestial. Es toda nuestra, es únicamente nuestra.  Sin envidia alguna cedemos a otros la capilla más hermosa de la casa, nuestra casa arrendada, que teníamos hasta ahora. Nos alegramos y no nos dejaremos quitar por nadie esta alegría. Pero, en el día de hoy, además de la alegría, también un sentimiento de santo orgullo hace palpitar más fuertemente nuestros corazones, porque el Santuario que se hallaba desde tiempos inmemoriales más o menos abandonado, desmantelado y vacío, ha sido restaurado por nosotros, y por iniciativa nuestra dedicado a la Sma. Virgen. Por lo menos, desde que habitan y trabajan aquí los Pallottinos, no han lucido estas paredes adorno más bello que hoy.  ¿Podemos acaso encontrar en este feliz acontecimiento un presagio favorable del futuro desarrollo de nuestra joven Congregación?

¡Sin duda! Sería una obra sublime, digna del esfuerzo y de la actividad de los mejores, si nosotros, los congregantes, lográsemos introducir en nuestro internado un ardiente amor a María, y una intensa aspiración a la virtud en los estudiantes, como no la hubo jamás aquí.

Pero, ¿por qué me expreso con tanta timidez y reserva? ¿Acaso he perdido la confianza en ustedes? Cierto es que sólo quedan las ruinas de nuestra floreciente Congregación.  Pero, de las ruinas brotará pronto nueva vida.  Garantía de ello es para mí la fiel cooperación de ustedes durante el año pasado y el auténtico espíritu mariano que han adquirido. Puede ser que durante las vacaciones, bajo el humo y el polvo de la vida diaria, se hayan desvanecido algunos ideales, que uno u otro propósito formulado en el curso del año y que hemos tenido por invariable, no haya resistido la prueba en la vida práctica.  Pero una cosa nos ha quedado –estoy seguro de ello- y ésta es la convicción de que la auténtica grandeza moral y religiosa, según el estado de cada cual, es inseparable de un verdadero congregante.  Y hoy día, lo mismo que a fines del último año escolar, nos anima la voluntad de triunfar, de realizar el ideal de nuestra Congregación.  No, mis queridos congregantes, no he perdido la confianza en ustedes.  Sé que construyendo sobre lo que hemos alcanzado hasta ahora, haremos grandes progresos en este año, tal como nos lo habíamos propuesto el año pasado.


Este desarrollo lento de nuestra gracia vocacional y el mayor grado de espíritu religioso y apostólico originado por este desarrollo no es, sin embargo, lo que quisiera proponerles como meta. Mi exigencia se refiere a algo incomparablemente superior: cada uno de nosotros ha de alcanzar el mayor grado posible de perfección y santidad, según su estado.  No simplemente lo grande, ni algo más grande, sino precisamente lo más excelso ha de ser el objeto de nuestros esfuerzos intensificados. Ustedes comprenderán que me atrevo a formular una exigencia tan extraordinaria sólo en forma de un modesto deseo.

Pero si ustedes quieren saber el origen de este anhelo, me parece que puedo manifestarles una secreta idea predilecta.


San Pedro, después de haber contemplado la gloria de Dios en el Tabor, exclamó arrebatado: “¡Qué bien estamos aquí!  ¡Hagamos aquí tres tiendas!”. Una y otra vez vienen a mi mente estas palabras y me he preguntado ya muy a menudo: ¿Acaso no sería posible que la Capillita de nuestra Congregación al mismo tiempo llegue a se nuestro Tabor, donde se manifieste la gloria de María? Sin duda alguna no podríamos realizar una acción apostólica más grande, ni dejar a nuestros sucesores una herencia más preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí su trono de manera especial, que reparta sus tesoros y obre milagros de gracia.  Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la Provincia alemana y quizás más allá.  Todos los que acudan acá para orar deben experimentar la gloria de María y confesar: ¡Qué bien estamos aquí! ¡Establezcamos aquí nuestra tienda!  ¡Este es nuestro rincón predilecto!  Un pensamiento audaz, casi demasiado audaz para el público, pero no demasiado audaz para ustedes. ¡Cuántas veces en la historia del mundo ha sido lo pequeño e insignificante el origen de lo grande, de lo más grande! ¿Por qué no podría suceder también lo mismo con nosotros?  Quien conoce el pasado de nuestra Congregación no tendrá dificultades en creer que la Divina Providencia tiene designios especiales respecto a ella (1).

Al decir esto, mis queridos congregantes, siento que mis palabras encuentran eco.  ¡Ya están ardiendo sus corazones!  Ustedes han hecho suyo mi producto: lo pongo tranquilamente en sus manos, lo mismo que su ejecución, y no tengo reparo en escribirlo en nuestra crónica. ¡Qué las generaciones venideras nos juzguen!  ¿Alcanzaremos el fin que nos hemos propuesto?  En cuanto depende de nosotros, mis queridos congregantes, -y esto no lo digo vacilando y dudando, sino con plena convicción-, todos nosotros haremos todo lo posible.  Tal como para nuestro segundo patrono, San Luis Gonzaga, una capilla de la Sma. Virgen en Florencia fue el origen de su santidad, así también esta capilla de nuestra Congregación será para nosotros cuna de santidad.  Y esta santidad hará suave violencia a nuestra Madre Celestial y la hará descender hasta nosotros.

Hace más de cinco siglos los ingleses y franceses se destrozaban en una guerra sangrienta.  Francia ya estaba a punto de quedar totalmente aniquilada.  Al mismo tiempo, una humilde aldeana francesa imploraba en fervorosa oración a la Sma. Virgen la salvación de su rey.  De repente se le aparece el Arcángel San Miguel y le dice: “Aquella que el gran Dios reconoce por Madre suya me ha ordenado que me presente a ti, para anunciarte que ciñas la espada, cubras tu cuerpo con una coraza y defiendas la causa de la justicia.  Tú librarás la ciudad de Orleans de sus enemigos y llevarás al rey a Reims a ser coronado.  En la Iglesia de Santa Catalina de Fierbois está enterrada una espada detrás del altar.  Hazla sacar y cíñetela”.

La joven se llamaba Juana de Arco, conocida en la historia como la Doncella de Orleans.  Pío X la beatificó en 1909.  Se me figura que nuestra Señora, en estos momentos;  en la antigua capilla de San Miguel nos dirige estas palabras por boca del Santo Arcángel:


No se preocupen por la realización de su deseo.  Ego diligentes me diligo.  Amo a los que aman.  Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman  en serio su propósito.  Ahora tiene para ello la mejor oportunidad.

Y no crean que es algo extraordinario, si ustedes suben al máximo más allá que las generaciones pasadas las exigencias que se ponen a sí mismos dado el tiempo tan serio y tan grande como el que vivimos actualmente.

Según el plan de la Divina Providencia debe ser la guerra mundial, con sus poderosos impulsos, un medio extraordinariamente provechoso para ustedes en la obra de su propia santificación.  Es esta santificación la que exijo de ustedes.  Ella es la coraza que tienen que ponerse, la espada con que deben luchar para la consecución de sus deseos.  Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de Gracias.   Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración muchos méritos y pónganlos a mi disposición.  Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias.  Entonces atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano.